El 12 de abril, Anabel Segura salió temprano por la mañana a hacer footing por las calles de La Moraleja, sin saber que sería el último día que vería a su familia. Dos hombres la abordaron, la metieron a la fuerza en una furgoneta, dejando en el suelo la chaqueta del chándal y un walkman que perdió en el forcejeo. A partir de ese momento, no se supo nada de ella durante más de dos años. Solo las grabaciones enviadas por los secuestradores mantenían viva la incertidumbre. En un principio, se creyó que este era el secuestro más largo registrado en España, superando incluso el caso de la farmacéutica de Olot. Sin embargo, cuando finalmente se identificó a los responsables, Emilio Muñoz, un transportista en paro, y Cándido Ortiz, fontanero, ambos vecinos de un pequeño pueblo en Toledo, se reveló la verdad. Ambos confesaron no solo el secuestro, sino que también llevaron a la policía al lugar donde habían abandonado el cuerpo de Anabel, en una fábrica de ladrillos en Numancia de la Sagra, Toledo. Aterradoramente, admitieron que la habían matado a pocas horas de su secuestro, a pesar de haber seguido enviando grabaciones, incluso imitando la voz de Anabel, para pedir un rescate. El análisis de las grabaciones enviadas por los secuestradores fue clave para la resolución del caso de Anabel Segura. Este trabajo se llevó a cabo en el Laboratorio de Acústica Forense de la Policía Nacional, dirigido por Carlos Delgado, el único miembro de aquel equipo que sigue en activo. En una entrevista con COPE, Delgado explicó cómo utilizan una técnica conocida como “Pasaporte Vocal”, que permite extraer información valiosa de la voz de una persona desconocida. A través de esta tecnología, se pueden identificar características como el acento, la edad, hábitos como fumar o beber, e incluso rasgos físicos como dientes prominentes o separados. Delgado subraya que esta técnica tiene como objetivo elaborar un perfil del hablante, basándose en detalles tan específicos como el nivel educativo o la profesión. En el caso de Anabel, fue precisamente el análisis de las grabaciones lo que permitió identificar que los secuestradores provenían de la zona de Toledo, lo que resultó crucial para la investigación y posterior resolución del caso. No solo se identificó a los secuestradores por sus voces y la palabra “bolo”, común en la zona, sino también por un detalle técnico clave. Durante el registro de su vivienda, los investigadores encontraron un magnetófono que presentaba un pequeño defecto: un chasquido apenas perceptible en las grabaciones. Al comparar este sonido con los audios que los secuestradores enviaron a la familia de Anabel, confirmaron que las grabaciones se habían hecho con ese mismo dispositivo, lo que resultó determinante para cerrar el caso. Carlos Delgado explicaba a Cope el año pasado que, aunque la globalización ha suavizado las diferencias en los acentos, todavía se pueden identificar rasgos clave en las voces que ayudan a las investigaciones. La tecnología ha avanzado y hoy las herramientas son digitales, pero el proceso de análisis de sonido sigue siendo esencial para identificar pistas en casos forenses. El próximo 22 de noviembre, Netflix contará la historia de uno de los secuestros más largos de la historia de España, y uno de los casos más duros dentro de la crónica negra del país. Los más fans del True Crime podrán escuchar las grabaciones y conocer ángulos del caso que nunca antes se habían comentado, levantando de nuevo la herida a su familia, después de tanto tiempo.