¿Quién es y cómo vive Maria Elena, la única hermana viva del Papa Francisco?

La hermana del Papa vaticinó en el pasado cómo sería su Papado y todo lo que eso ha conllevado en sus vidas.

Por:

Adonis Martínez

Así es la vida de la hermana del Papa Francisco. Fuente: Península ES.

Desde una residencia en Buenos Aires, María Elena Bergoglio enfrenta el duelo más difícil: despedir a su hermano sin poder abrazarlo por última vez. Hace más de una década que no lo veía en persona, y desde entonces, las cartas y las llamadas fueron su único puente con Jorge Mario Bergoglio, el hombre que el mundo conoció como el Papa Francisco.

A sus 76 años y con una enfermedad que limita sus movimientos, viajar a Roma fue siempre un imposible. Ni cuando él asumió como Papa en 2013, ni en los años posteriores. Sus médicos fueron tajantes: un vuelo de más de 13 horas era demasiado riesgo. Y así, ambos hermanos quedaron unidos por la palabra, pero separados por un océano que nunca pudieron cruzar.

Hoy, desde su rincón de silencio en una institución religiosa, María Elena lo llora sin cámaras, sin multitudes, con esa mezcla de orgullo y dolor que solo entienden los que pierden a alguien tan cerca… y tan lejos al mismo tiempo. Porque aunque el mundo despide al pontífice, ella despide simplemente a su hermano, el Papa Francisco.

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Una vida llena de pobreza y dificultades

La familia Bergoglio llegó a Argentina desde Italia con el sueño de construir un futuro mejor. Mario José, trabajador del ferrocarril, y María Regina, ama de casa, tuvieron cinco hijos. El mayor fue Jorge Mario, el futuro Papa Francisco. Le siguieron Alberto Horacio, Marta Regina, María Elena y Óscar Adrián.

Los hermanos se llevaban doce años y crecieron en un hogar sencillo y lleno de fe. Con el tiempo, la vida fue dejando a María Elena como la única superviviente de los cinco. Alberto murió en 2010, Marta en 2007 y Óscar en 1997.

Su padre también se fue pronto: falleció a los 53 años, víctima de un infarto mientras veía un partido de fútbol. Hoy, María Elena es la última voz viva de una familia que dejó huella en la historia.

Al Papa Francisco siempre le dolió la distancia con su hermana

La distancia con María Elena fue una espina que el Papa Francisco nunca pudo sacarse. “Estar lejos de mi hermana es quizá uno de los sacrificios más grandes que he hecho”, confesaba con frecuencia. Ella, mientras tanto, vivía su fe y su orgullo en silencio, hasta que aquel 13 de marzo de 2013, mientras fregaba los platos, escuchó el Habemus Papam y algo en su interior se detuvo. “Lo vi salir al balcón y casi me muero. Me largué a llorar y no paré”, recordaría después, con la voz todavía temblando.

A pesar del océano que los separaba, el lazo nunca se rompió. Cada domingo por la noche, el teléfono sonaba. Eran charlas breves, llenas de afecto y de rutina. Se escribían cartas, se contaban cosas simples. A ella le gustaba recordar que su hermano, antes de ser Papa, era un cocinero entusiasta de calamares rellenos y risottos de setas, una receta que traía consigo el eco de su abuela italiana.

María Elena rehízo su vida como pudo. Separada, con dos hijos, vio cómo uno de ellos, Jorge, encontró inspiración en su tío para crear Haciendo Lío, una organización que trabaja con comunidades vulnerables en Buenos Aires. En su familia, la fe no solo se rezaba: también se cocinaba, se escribía y se convertía en acción.

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