Brasil propone un impuesto global a las 3.000 personas más ricas del mundo: España apoya

Como líder temporal del G-20, el país sudamericano está promoviendo un tributo que podría recaudar unos 300.000 millones de dólares al año para combatir la pobreza y la desigualdad.

Por:

Cristian Ortega Mahan

Brasil impulsa un impuesto global para multimillonarios. Fuente: Pexels

El ministro de Economía de España, Carlos Cuerpo, ha manifestado el respaldo de su país a la propuesta de Brasil sobre un acuerdo internacional para establecer un impuesto mínimo global a los multimillonarios. Esta declaración se produjo durante una conferencia de prensa conjunta con el ministro de Finanzas de Brasil, Fernando Haddad.

Un impuesto del 2 % sobre las grandes fortunas

Se plantea que las 3.000 personas más ricas del mundo, en una población global de 8.000 millones, deberían contribuir al menos un 2% de sus fortunas en impuestos. El objetivo es recaudar aproximadamente 300.000 millones de dólares anuales para combatir la pobreza, la desigualdad y el cambio climático.

“Hemos apoyado y seguimos apoyando la iniciativa brasileña para establecer un acuerdo global mínimo sobre un impuesto a los multimillonarios”, afirmó Cuerpo tras una reunión bilateral en Roma con Haddad, donde discutieron temas gestionados por Brasil en su Presidencia del G-20.

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Esta idea ha recibido el apoyo de varios países, entre ellos España, Sudáfrica y Alemania.

Combatiendo la pobreza, la desigualdad y el cambio climático

El ministro español subrayó que el propósito es alcanzar “un crecimiento más equitativo” a nivel mundial. Añadió que el marco del G-20 es idóneo para lograr un acuerdo que promueva “una tributación justa”, lo cual representaría un avance significativo en la imposición sobre las grandes fortunas.

Destacó que este potencial acuerdo sería un “elemento de cohesión social fundamental” para un crecimiento “más sostenible, que fortalezca las democracias” y contribuya a “la lucha contra la desigualdad”.

En la reunión bilateral, ambos ministros analizaron cómo “reforzar la arquitectura financiera internacional”, coincidiendo en la necesidad de crear más mecanismos de poder multilateral. También abordaron los desafíos derivados de la crisis de deuda en los países en desarrollo.

Haddad, por su parte, señaló que el impuesto a los superricos es “un tema de gran relevancia” que Brasil ha logrado incluir en la agenda mundial.

Aportar al bien común

Actualmente, los multimillonarios de todo el mundo pagan solo hasta el 0,5 % de su riqueza en impuestos sobre la renta. Este nuevo impuesto no se aplicaría a aquellos multimillonarios que ya contribuyen equitativamente en impuestos sobre la renta. Sin embargo, aquellos que eluden estos impuestos se verían obligados a contribuir más al bien común.

El gravamen busca combatir la desigualdad y requiere un compromiso político y una cooperación fiscal internacional inclusiva, justa y eficaz.

El impuesto lo pagarían las 3.000 personas más ricas del mundo. Fuente: Pexels

El precedente de la Tasa Tobin

La Tasa Tobin es un concepto económico propuesto por el economista estadounidense James Tobin en 1972. Tobin, galardonado con el Premio Nobel de Economía en 1981, sugirió esta tasa para frenar la especulación cambiaria y estabilizar los mercados financieros internacionales.

La propuesta de la Tasa Tobin surgió durante un período de gran inestabilidad financiera global. En las décadas de 1960 y 1970, los mercados financieros experimentaron significativas fluctuaciones en los tipos de cambio debido al colapso del sistema de Bretton Woods en 1971. Este sistema, establecido después de la Segunda Guerra Mundial, se basaba en tipos de cambio fijos y en la convertibilidad del dólar estadounidense en oro. Sin embargo, los crecientes déficits comerciales de Estados Unidos y la inflación llevaron a la suspensión de la convertibilidad del dólar en oro, resultando en un sistema de tipos de cambio flotantes.

En respuesta a esta volatilidad, James Tobin propuso un impuesto sobre las transacciones de divisas, conocido como la Tasa Tobin. La idea era imponer una pequeña tasa, inicialmente sugerida entre el 0,1% y el 0,5%, sobre todas las conversiones entre monedas. El objetivo principal era desincentivar las transacciones especulativas a corto plazo que contribuían a la volatilidad cambiaria, sin afectar significativamente las inversiones a largo plazo o el comercio internacional.

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