¿Por qué no se come carne en algunos días de Semana Santa?
En Semana Santa, comer carne se considera no apropiado: ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué sucede todo esto?

Con la llegada de la Semana Santa, muchas familias vuelven a conectar con una tradición que va más allá de lo puramente religioso: dejar de comer carne en ciertos días del calendario. Aunque en su origen responde a un gesto de penitencia y recogimiento cristiano, hoy en día esta práctica también forma parte de la cultura popular en muchos hogares, incluso entre personas no creyentes.
Los días más señalados para esta costumbre son el Miércoles de Ceniza, que da inicio a la Cuaresma, y el Viernes Santo, fecha en la que se recuerda la muerte de Jesucristo. Ambos momentos están marcados en el calendario litúrgico como jornadas de ayuno y abstinencia, en las que la carne se sustituye tradicionalmente por pescado u opciones más sencillas.

En algunos países de fuerte tradición católica, como España o varios de América Latina, esta abstinencia se extiende a todos los viernes durante los 40 días de la Cuaresma. Aunque la Iglesia ya no impone esta norma con la misma rigidez que en el pasado, millones de personas siguen observándola como una forma de respeto, reflexión o simplemente continuidad con sus raíces.
¿Por qué no se come carne algunos días de Semana Santa?
La abstinencia de carne durante ciertos días de la Semana Santa no responde a una norma bíblica estricta, sino a un gesto simbólico que la Iglesia ha mantenido durante siglos como acto de penitencia. La carne, entendida como alimento festivo o lujoso, se convierte en símbolo de renuncia, en una forma de recordar el sufrimiento y la entrega de Cristo, especialmente en el Viernes Santo.
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Esta práctica tiene raíces profundas. Ya en el siglo IV, San Basilio hablaba del ayuno como una herramienta espiritual que libera del pecado y eleva el alma. Con el paso del tiempo, y sobre todo en la Edad Media, la Iglesia estableció la abstinencia de carne los viernes como una forma concreta de honrar la Pasión de Jesús, convirtiendo el acto de no comer carne en una expresión tangible de fe.

Hoy, el Papa Francisco ha invitado a dar un paso más, ampliando el sentido del ayuno. Para él, no se trata solo de lo que dejamos fuera del plato, sino también de lo que evitamos decir o hacer. Propuestas como el “ayuno de palabras negativas” buscan que la renuncia tenga también un impacto en nuestra forma de vivir y relacionarnos con los demás.
Las diferencias entre la abstinencia y el ayuno
La abstinencia, tal como la establece la tradición cristiana, se refiere a evitar el consumo de carne de animales de sangre caliente, como la ternera, el cerdo o las aves. Esta práctica busca fomentar la sobriedad y el desprendimiento, y suele sustituirse con platos a base de pescado, verduras o legumbres, alimentos considerados más sencillos y humildes.
Por su parte, el ayuno implica reducir significativamente la cantidad de comida diaria. Se permite realizar una única comida principal al día, acompañada —si se desea— de dos ingestas ligeras que, en conjunto, no deben igualar una comida completa. Es una forma de disciplina física que, más allá del sacrificio, invita a la reflexión y al recogimiento interior.
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