José Bretón finalmente admite la culpa por la muerte de sus hijos

El criminal ha escrito un libro relatando una de las mayores revelaciones de la historia negra de España.

Más de una década después del crimen que conmocionó a España, José Bretón ha roto su silencio. En el libro El odio, de Luisgé Martín, admite por primera vez que asesinó a sus hijos en 2011. Lo hizo, según confiesa, movido por el rencor hacia su mujer, Ruth, incapaz de aceptar que los pequeños crecieran lejos de su control.

Su testimonio, frío y calculador, pone fin a años de especulación sobre sus verdaderas intenciones. Bretón recuerda con precisión cómo llevó a los niños a la finca Las Quemadillas, en Córdoba, y cómo su hijo José, aún somnoliento, se abrazó a él sin saber que era la última vez. “Vaya tela que sea hoy el último que te vea”, pensó en ese momento, sin titubear.

Después de ese instante, dice que su mente se nubló. “Yo estaba ido. Solo pensaba en que todo acabara”, asegura. Su confesión, tardía, pero brutal, revive el horror de un crimen que dejó una huella imborrable en la memoria colectiva.

Así mató a sus hijos José Bretón

Tras administrarles somníferos, José Bretón asegura estar convencido de que sus hijos no sufrieron. “Disolví las pastillas machacadas en agua con azúcar (...). Antes de poner los cuerpos en el fuego, comprobé que no respiraban, estaban ya muertos (...). Confiaron en mí. No hubo miedo, ni dolor, ni ningún tipo de sufrimiento”, afirma en el libro.

El crimen ocurrió el 8 de octubre de 2011, cuando Bretón asesinó a sus hijos, Ruth y José, de seis y dos años. En un intento por desviar la atención, sostuvo inicialmente que los pequeños desaparecieron mientras jugaban en un parque, una versión que sostuvo durante meses.

El caso generó una enorme conmoción y cobertura mediática. Con su confesión, Bretón pone fin a más de una década de mentiras y confirma la escalofriante verdad detrás de uno de los crímenes más impactantes de España, mientras tanto, Bretón sigue en la cárcel.

Un caso que conmocionó a España

El caso captó la atención de los medios desde el principio, especialmente por la versión de Bretón, quien afirmó que sus hijos habían desaparecido mientras jugaban en un parque cercano. Durante semanas, su relato fue aceptado por muchos, mientras la búsqueda de los niños se intensificaba por todo el país.

Sin embargo, la verdad salió a la luz cuando se descubrió que el asesinato de los pequeños fue premeditado. Bretón, decidido a borrar toda evidencia, incineró sus cuerpos en una pira.

En 2013, fue condenado a 40 años de prisión por el doble asesinato, con las agravantes de parentesco, premeditación y una crueldad extrema, dejando al país en shock por la magnitud del crimen.